Una de las primeras
manifestaciones prácticas de la recién aprobada norma que regula el sistema
educativo (LOMCE) será la implantación, precipitada y sin el apoyo de la
mayoría de la comunidad educativa, el próximo curso 2013-2014 de la Formación
Profesional Básica. La FP básica sustituye a los antiguos Programas de
Cualificación Profesional Inicial (PCPI). Se ha definido por la propia norma,
como un título de carácter profesional de primer nivel, que debería habilitar
al alumnado que lo supere, bien para su inmediata inserción laboral, o bien
para continuar los estudios con una base formativa sólida.
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Sin embargo, si profundizamos en
la configuración de este nuevo nivel de nuestro sistema educativo profesional,
se advierte enseguida que estos objetivos generales son difíciles de conseguir,
o al menos, imposibles de lograr si consideramos que nuestra sociedad en su
conjunto y nuestro sistema productivo en particular requiere jóvenes formados
de manera integral en competencias técnicas y transversales, jóvenes
conscientes de sus derechos y obligaciones, jóvenes con criterio e iniciativa
propia, y no, simplemente, mano de obra barata e inconsciente.
Existen innumerables
contradicciones y errores en la definición de la FP básica. Algunos tan obvios
para cualquier persona cercana al mundo de la educación como aumentar el número
de alumnos por clase a 30, impidiendo la atención personalizada. Otra de sus
deficiencias seguramente pasará más desapercibida, pero resulta igualmente obvia
para cualquiera que conozca la realidad de nuestro mercado laboral, y es la
desaparición del módulo de Formación y Orientación Laboral (FOL) en estos
estudios.
La asignatura de FOL, que ahora
es despreciada por la LOMCE, se incorpora a los títulos de FP de manera
generalizada en el año 2002 como módulo transversal que incluye como contenidos
principales los derechos y obligaciones laborales, prevención de riesgos en el
trabajo, orientación y búsqueda de empleo o desarrollo de habilidades como el
trabajo en equipo. Se trata de la única vía que los estudiantes de cualquier
nivel educativo tienen actualmente para conocer las normas del Derecho del
Trabajo, las prácticas para asegurar su salud y seguridad en sus puestos de
trabajo y las diferentes vías que pueden utilizar para encontrar un empleo.
La asignatura de FOL,
probablemente debido a su juventud, ha sido maltratada habitualmente tanto por
responsables educativos como por los centros. A menudo se ha considerado un módulo menor,
que cualquiera podía impartir. Y precisamente
ahora que comenzaba a asumir la importancia que deberían tener contenidos como
formar trabajadores conocedores del marco normativo en el cual prestan sus
servicios, cuidar la seguridad y la salud, o ser capaces de aportar nuevas competencias
no sólo técnicas, sino de relación, comunicación, o innovación al mundo
productivo, parece que nuestros gobernantes darán un paso atrás, si no lo
evitamos entre todos los agentes implicados.
Dado que no es fácil encontrar un
solo criterio pedagógico basado en una enseñanza moderna y de calidad en esta
modificación normativa, y una vez refutados los objetivos confesados por la
nueva Ley y los responsables políticos en materia educativa, tanto desde el
Ministerio como desde la Consejería regional de Educación, podemos adivinar los
objetivos reales: modificación estadística en cuanto a alumnado sin títulos en
educación secundaria, continuar con los recortes económicos invirtiendo lo
mínimo en este nivel, y por último, proveer de trabajadores sumisos y precarios
a un mercado laboral desequilibrado, basado en bajos costes laborales, y
actividades de escaso valor añadido.
Esta reforma educativa,
obviamente, no es una decisión política aislada. Es una opción dolorosamente
coherente con la estrategia neoliberal. Una estrategia de recorte de derechos
básicos, privatizaciones, y reformas laborales infinitas que paso a paso van
reduciendo a su mínima expresión esos derechos de los trabajadores que se
estudian en FOL, se ejercen en nuestros trabajos y se reivindican en las
calles, por ejemplo el pasado 22 de marzo, por quienes no nos resignamos a
perder todo aquello que costó décadas de lucha colectiva y sacrificios
personales.
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